CRECIENDO A TRAVÉS DE LOS MEDIOS

Quienes ya pasamos los treinta años nos vemos interpelados por lo que en nuestra infancia llamábamos «el futuro». La tecnología, los medios, el acceso a la información, las modas… a quienes teníamos un ritmo mental más sereno, los cambios vertiginosos de todos estos elementos culturales nos han mareado un poco y, otro poco, nos han causado pánico.

Quizás, quienes crecimos en los años noventa creíamos que la innovación había llegado para quedarse, pero no nos dimos cuenta que ese caudaloso río de la novedad iría cambiando tan rápidamente.

Nosotros, nacidos en los ochenta, quedamos en el medio de tradicionalismo más arcaico y de la vanguardia más explosiva. Nuestros padres y abuelos tuvieron una influencia muy marcada en nuestras vidas, mientras que el arte y la cultura de a poco nos tomaba de la mano y nos arrancaba de ese lugar estático y seguro, para que empecemos a soñar con el futuro.

La televisión de aquella última década del siglo XX ya no era una novedad, aunque incesantemente comenzó a marcar las agendas y las rutinas personales y familiares. Incluso el humor social y el inconsciente colectivo comenzaron a variar según lo que dictaba ese medio. Todo se magnificó cuando llegó la televisión por cable. Ahí sí, la novedad ya se hacía carne.

Pensar en transmisiones las 24 horas, programas y series de todas partes del mundo, cambiaba nuestra percepción de la realidad para siempre. Más aun, cuando nos dimos cuenta que había canales específicos para cada interés (noticias, deportes, cine, infantiles), esto se profundizó. Es posible que la nuestra haya sido una de las primeras generaciones que hayan vivido plenamente los estadíos llamados infancia y adolescencia, debido a que las generaciones de nuestros padres y abuelos atravesaron momentos históricos poco benévolos con estas etapas del desarrollo humano. Y si esto no es del todo así, al menos la generación de los actuales treintañeros es la que vivió esa infancia con más estímulo e intensidad. Es cierto que el avance del capitalismo y de la sociedad posmoderna también hizo lo suyo y fue el televisor el que se fue transformando en un integrante más de la familia.

Así fue que muchos descubrimos Nickelodeon, un canal que plasmaba en su pantalla muchas de las imaginaciones que podían llegar a atravesar nuestras mentes infantiles. Todo esto con una sólida base de ingenio, surrealismo, humor e inteligencia. «Ren y Stimpy», «Doug», «Las aventuras de Pete y Pete», «¿Le temes a la oscuridad?», entre muchos otros programas, nos presentaron una serie de imágenes que nos hicieron sentir que nuestra infancia sería un viaje fantástico, en el sentido literario de la palabra, atravesado de la nación de fantasía.

ANIMALES FANTÁSTICOS

Un wallaby dueño de un perro y amigo de una vaca amarilla y de una tortuga con miopía: todos personajes de esa fantasía que se llamó «La vida moderna de Rocko». Las aventuras y desventuras de este wallaby tratando de sortear los obstáculos de esa vida moderna de la que hablábamos. Situaciones típicas de la sociedad de consumo de los noventa, condimentada con infinidad de animales y demás objetos personificados además de momentos por demás disparatados representados en estos dibujos animados , hicieron que nuestra generación en su infancia comience a comprender la dinámica del mundo moderno. Fundamentalmente con un espíritu crítico, enfocaban desde esa perspectiva imaginaria e imaginativa momentos y personajes de la vida cotidiana, familiar y social; como también criticaban a las corporaciones monopólicas, a la explotación capitalista, a los miedos religiosos y al vaciamiento cultural de los medios masivos de comunicación. Expresiones artísticas como la literatura, el cine y las historietas; eran elementos a criticar en «La vida moderna de Rocko», parodiando a unos y burlándose lisa y llanamente de otros.

Finalizando la turbulenta década de los noventa, los gustos del público fueron cambiando y muchas de las caricaturas de Nickelodeon (las famosas Nicktoons) fueron discontinuándose (bajando mucho la calidad del canal). Una de ellas fue «La vida moderna de Rocko», que vio su fin en 1998; aunque, para alegría de algunos, sería retransmitido a lo largo de la siguiente década en esporádicos especiales nocturnos como «Nick at nite».

LA VIDA MODERNA DEL STREAMING

En algunos momentos nos aterrorizó, en algunos otros nos entusiasmó, pero fuimos creciendo y viviendo nuestra propia «vida moderna» y ésta como tantas otras caricaturas pasaron a formar parte de un lugar que representa lo más cándido de nuestra infancia.

En la época contemporánea, la manera de acercarnos y de vincularnos con el arte y la cultura han cambiado. Las prácticas que antiguamente nos llevaban a adquirir discos musicales en una tienda o de esperar un determinado horario para disfrutar de nuestro programa televisivo favorito, han quedado casi en el olvido. La cultura de la inmediatez, del streaming y del acceso a internet en una enorme diversidad de dispositivos, han cambiado el concepto del entretenimiento y la relación del público con los consumos personales.

En este contexto es incuestionable la influencia de Netflix como uno de los paradigmas actuales de los consumos ya mencionados. La posibilidad de disponer al alcance de un botón de una enorme cantidad de contenidos audiovisuales nos pone de cara al dilema de entender si cantidad es lo mismo que calidad. Aunque esta es una discusión para otro momento.

Una característica que ha venido viéndose no sólo en Netflix, sino en casi todos los medios comunicativos es la tendencia a revivir antiguos productos de entretenimiento: series, música, películas, etcétera. Quizás sea por apostar a lo seguro o porque no hay nuevas ideas; pero para los nostálgicos esto es una bendición. Objeto de este revivir en Netflix es «La vida moderna de Rocko», de la cual se ha estrenado en este mes de agosto de 2019 una película (en realidad es un episodio extendido) que retoma la historia del wallaby y sus pintorescos amigos.

ILUSIONES RENOVADAS

Rocko y sus amigos, luego de ser disparados al espacio, han vivido los últimos veinte años en el espacio. Con el deseo de volver a ver su programa favorito retornar a la Tierra y se irán encontrando con las novedades del siglo XXI: la tecnología se adueñó de la vida cotidiana, las interacciones de las personas cambiaron completamente, la vida virtual u on line es tan importante como la real. Ejemplo de esto es la fascinación de Heffer y Fillburt (amigos de Rocko) por sacarse selfies constantemente y transmitir en vivo su día a día.

La lucha de Rocko por ver su programa favorito («Los Cabezagorda») lo lleva a buscar a su creador volando un dron por todo el mundo. Cuando finalmente logra dar con él, descubren que Ralph (creador de los Cabezagorda e hijo de sus vecinos) cambió su identidad por Rachel, asumiéndose ahora como una mujer. Al retornar a su hogar, Rachel es rechazada por su padre, quien no acepta a ningún miembro de la comunidad LGBT.

A través de toda esta aventura va haciéndose más fuerte un concepto fundamental y que es transversal al episodio y a cada uno de los personajes: el cambio y su aceptación. Cuando, al llegar nuevamente a la Tierra, Rocko dice la frase: «estos no son los noventa», comienza a darse cuenta que el mundo que conocía ya no existe y ese vértigo de ver como todo ha cambiado lo marea. Lo mismo ocurre con el padre de Rachel: él no puede (ni quiere) creer que su hijo cambió, que ahora se siente más cómodo con su nueva identidad. Este hecho conmueve todas sus estructuras y lo hace rechazarlo, causando una enorme trsiteza en Rachel.

En determinado momento del episodio, cuando Rocko y su vecino se encuentran reflexionando acerca de todas estas novedades, hace su aparición un personaje fundamental: El Viento de Cambio, representado por una nube que sopla casi todo el tiempo, fiel al estilo de esta caricatura.

Este personaje guiará en la reflexión a Rocko y Ed (el padre de Rachel) y los hará comprender que los cambios en la vida son inevitables y, en muchas ocasiones, dolorosos; y que una actitud positiva es afrontarlos, recordando con cariño lo que ocurrió en el pasado, usándolo como base para construir el futuro.

Esta interpelación no solamente para los personajes animados, sino que atraviesa la pantalla, involucra al espectador y lo invita a tener la misma actitud: la de aceptar los cambios, la de incluir a quienes son diferentes, como finalmente hace Ed aceptando a Rachel y dándole su amor incondicional de padre.

Todo apunta a ese espectador quien, muy posiblemente, ya sea un adulto quien está intentando procesar y entender cómo fue que cambiaron tanto las cosas, como fue que hoy se encuentra acá, nuevamente viendo «La vida moderna de Rocko», como cuando éramos niños.

Matías L. Corbani