CHARLOT Y ARTHUR, CHAPLIN Y PHOENIX

Después de atravesar infinidad de situaciones dolorosas, hambre, pobreza y desolación, «Charlot», el personaje vagabundo que representó Charles Chaplin en el largometraje «Tiempos Modernos», toma de la mano a su compañera y miran hacia adelante, esperando un porvenir más próspero y pacífico. Situaciones similares atraviesa Arthur Fleck, personaje protagonista de «Guasón» («Joker», 2019), interpretado magistralmente por Joaquín Phoenix. Este aspirante a humorista también a atravesado situaciones muy dolorosas a lo largo de su vida: abusos de todo tipo, explotación laboral, cercenamiento de derechos, segregación. Todo esto sumado a un trastorno neurológico como psicológico que lo hace reír fuertemente en ocasiones por demás inconvenientes. Es interesante hacer un paralelismo entre Charlot y Arthur, no solamente porque en «Guasón» hay una escena en la cual la aristocracia de la ciudad sonríe mirando un fragmento de «Tiempos Modernos» (lo cual es muy simbólico), sino también porque ambos personajes pertenecen a un mismo grupo social, al de los desposeídos.

Charlot, bailando en «Tiempos Modernos» (1935)
Arthur bailando en «Guasón» (2019)

La escena de la cual hablábamos se da cuando hay un evento público, en el cual las clases dominantes de Ciudad Gótica se dan cita para ver en la gran pantalla «Tiempos Modernos». Por diversos motivos, Arthur logra meterse en ese evento y logra ver una parte de la película, sonriendo cándidamente ya que se ve representado por ese personaje que está observando. Todas las injusticias y desigualdades por las que pasa, de repente, aparecen frente a sus ojos.

LOS EXCLUIDOS, LOS DESPOSEÍDOS

Las privaciones por las que pasa Arthur no son solamente materiales y económicas (que de por sí son muy graves), sino también afectivas y familiares; su madre, una desequilibrada mental, jamás pudo hacerse cargo de Arthur como correspondía, sus delirios no trajeron más que penurias a la vida de su hijo, quien, ya en su madurez, toma la drástica decisión de eliminarla en medio de su padecimiento.

Los propios trastornos mentales de Arthur también lo dejarán desposeído de relaciones y vínculos sociales; él trabaja en una agencia de payasos que brinda diferentes servicios, los cuales van desde publicidad en la vía pública hasta animaciones en hospitales para niños, pero hasta sus propios compañeros lo miran de forma extraña, aislándolo y tratándolo como un fenómeno.

De repente, sin empleo, las apremiantes angustias irán empujando a Arthur paso a paso hacia la locura total, cargando cada vez más su ira hacia una sociedad que únicamente le da la espalda y lo margina. Irá descubriendo que su única forma de manejarse en ese entorno es la violencia y comenzará a mutar, a cambiar de piel para buscar venganza de esa sociedad decadente.

EMPUJADOS A LA LOCURA

Cuando se decide recortar fondos de los servicios sociales y Arthur se queda sin atención psicológica y sin medicamentos para su problema neurológico, se pone de manifiesto el costado político que tiene la película. Gobiernos opresores que, al momento de afrontar una crisis, hacen caer el peso de la misma sobre los hombros de los sectores más vulnerables de la sociedad. Pero este tipo de actitudes, a lo largo de la historia, no han sido gratuitas. Los oprimidos han levantado sus gritos y sus expresiones de lucha, han combatido las desigualdades sociales y las injusticias; generalmente guiados por un símbolo de libertad, y en este caso, será Arthur, convertido en el Guasón, quien será este símbolo.

A un ataque violento por parte de unos jóvenes ricos, Arthur responde de una manera también violenta, lo cual inspira al gran número de desposeídos de Cuidad Gótica a comenzar a atacar a los ricos y poderosos de la sociedad, a generar revueltas a lo largo de toda la ciudad y a erigir al Guasón como figura central de toda es convulsión.

Es cierto que se entremezcla la lucha anticapitalista con hechos por demás violentos, pero esto no es más que un reflejo de la realidad que nos rodea hoy en día, y es evidente que el realismo es una de las premisas de esta película.

Autoridades de Estados Unidos se expresaron con temor acerca de lo que puede causar en las masas de desposeídos, tildándola de violenta, corrupta y enferma. Por supuesto que lo es y por supuesto que muestra todas estas temáticas de una manera muy cruda, sin filtros. El director Michael Moore («Bowling for Columbine», 1999), explica que el verdadero error para la sociedad nortemericana (y desde aquí nos tomamos la libertad de decir que sería para todas las sociedades) no ver esta película, porque esta pieza artística refleja todas estas profundas cuestiones que interpelan de manera impactante a cualquier espectador.

Es cierto que los grupos que actúan inspirados por el Guasón son violentos, pero no reflejan más que una violencia institucional por parte de un Estado ausente y corrupto, que lleva a esta gente a los extremos más penosos, cambiando el pensar y el actuar de cada uno de ellos. La hipocresía de la aristocracia aparece como pinceladas sutiles, mientras que la rebelión de los desposeídos aparece de forma visceral y contundente, cuestionando los valores sociales que son en apariencia deseables, pero que se ven limitados por lo enfermizo del poder opresivo de los sistemas hegemónicos.

Otra de las desposesiones que sufre Arthur es la de su propia subjetividad. Su ídolo es Murray Franklin, un presentador televisivo representado por Robert De Niro, que por sucesos fortuitos lo invita a participar de su programa, pero en el camino se burla de él y lo menosprecia en su calidad de comediante. Uno de los costados más trágicos es que Arthur ve en Murray una figura paterna, mientras que para él, no es más que un número secundario en su programa y, en la película, es quién lo bautiza como un «joker».

El asesinato de Murray es el clímax de la ira que tiene Arthur en contra de una sociedad que lo ha segregado y que ha abusado de él de todas las formas posibles. A partir de ahí, se desata la locura, el peso del caos cae inevitablemente sobre toda la ciudad, los desposeídos, siguiendo un faro con cara de payaso, dando como resultado la lucha de clases, tema transversal a toda la historia.

LA INTERMINABLE BROMA ASESINA

Mucho antes del estreno de la película, se habló acerca de la influencia y de la relación de «Guasón» con las diferentes historietas de Batman que se han publicado. Puntualmente con «La broma asesina» (1988), de Alan Moore, que relata un posible origen del personaje, conectado en muchos puntos con la película. Todd Phillips, el director, ha querido mostrar un nuevo origen y, en algunos aspectos, despegarse de las historietas. En nuestra opinión, esto no es totalmente así. Hay muchos aspectos de la personalidad del protagonista que ya están determinados en la historieta, una parte de su violencia y otra parte de su histrionismo. La generación de caos para que los cimientos de la sociedad caigan y la impunidad para jactarse de sus crímenes en televisión.

Es cierto que en la novela gráfica, la personalidad del Guasón ya está bastante desarrollada y con mucho vínculo con el mundo de la delincuencia, mientras que en la película, Arthur es sólo un hombre vulnerable, un niño traumado que recién le está tomando el gusto a matar, a la sangre; y comienza a sentir regocijo con esas actitudes, producto de un delirio creciente. La escena en el programa de Murray Franklin, en donde en medio de un programa televisivo el Guasón mata al conductor, también tiene reminiscencias al episodio de «El regreso del Señor de la Noche» (Frank Miller, 1986), donde el Payaso Criminal hace casi lo mismo, sólo que también matando al público.

EL ARTE QUE NOS CONFRONTA SIEMPRE

Con un guión a la vez dinámico y a la vez profundo, «Guasón» nos interpela, nos muestra como el poder corrupto y una sociedad violenta puede llevar al límite a una persona que no se puede adapatar, que no puede cumplir con los modelos hegemónicos que son impuestos a la fuerza y solamente ofrecen sufrimiento y dolor a quienes no cumplen con ellos. Cómo es que esa olla a presión que es la ira, se va calentando cada vez más cuando los oprimidos sufren la totalidad de las injusticias, cuando los desposeídos empiezan a tener voz y una imagen visible. La curiosidad es que, en este caso, la imagen que devuelve el espejo, es la de un payaso triste, que no va a aceptar más esa desposesión, que le va a decir basta a ese sufrimiento, y que la clase a la que pertenece va a hacerse escuchar de manera violenta.

Matías L. Corbani